Estimada familia
No ha sido fácil , se tuvo que desterrar a un Rey y a su familia de su propio país , hacia Córcega , concretamente a la Ajaccio , en cuya prefectura estuvieron 17, días después , a Madagascar con el objetivo de hacerle olvidar al pueblo marroquí de su querido Rey , pero la estrategia Gala quebró , ya que el pueblo adorable al Rey.
No pienso seguir contando mas , el articulo aquí abajo lo detalla desde el primer capitulo hasta el ultimo. .
Decimotercer monarca del sultanato alauí (establecida en Marruecos desde 1762). Primer rey de Marruecos en 1957 tras recuperar la independencia sustraída en 1912. Tercer hijo del sultán Muley Yussef, al fallecer su padre sin designar heredero, por iniciativa de Théodore Steeg, residente general de Francia, los ulemas (doctores en leyes) de Fez lo eligieron sultán (18 noviembre de 1927). Steeg y el funcionariado delMajzén creyeron que su juventud e inexperiencia harían de él un príncipe dócil. Su firma, que valida el Dahir Bereber de 1930, por el cual la jurisdicción francesa prevalecía sobre todas las demás —incluidas las de los pueblos bereberes, fieles al derecho consuetudinario—, provoca manifestaciones y disturbios, que le hacen comprender el engaño del que ha sido víctima. Hasta julio de 1933, con la llegada de Henri Ponsot a la Residencia, no se pone fin a la agitación con la anulación de tan provocativo dahir (edicto). Tres años de frustración moral y enclaustramiento social, por los que su imagen pública se deteriora. Cree imposible recuperar la confianza de su pueblo, pero los líderes nacionalistas (Allal el Fassi y Mohammed el Uezzani) le proponen que la fecha de su proclamación sea declarada “Fiesta del Trono”. Acepta agradecido. Ponsot no sabe qué hacer y prefiere abstenerse. Sobreviene otro cambio. El concepto de “sultán” es arcaico, mejor el de “rey”. Está de acuerdo. El 8 de mayo de 1934 visita Fez. Las gentes acuden a vitorearlo; la espontánea adhesión aumenta en número e intenciones; decide él apartarse para no ser causa de represiones y la multitud abuchea a los franceses, luego vuelve a por él y se lo lleva en volandas. Es el delirio su entronización popular. Marruecos ha encontrado su redentor. El camino de la independencia queda abierto. Serán veintidós años de marcha hasta el final.
Nueve años después, Francia sojuzgada y el Marruecos pétainista derrotado, Roosevelt y Churchill, reunidos en Anfa (Casablanca), le comunican su deseo de hablar con él. Acude preocupado. Sale entusiasmado (22 enero de 1943) y fortalecido: al general Auguste Noguès, que insistía en estar presente, los diplomáticos estadounidenses le cierran el paso. Audaz, aprovecha la ocasión para proponer a su hijo y príncipe heredero (futuro Hassán II) como oyente en el histórico encuentro. A Roosevelt le parece bien. América está con Marruecos, no con la Francia colonial. Victoria total y sin sangre. El Manifiesto del Istiqlal (11 enero de 1944), que redactan Allal el Fassi y Ahmed Balafrej, recuerda a los franceses que gobiernan sobre un país que “fue independiente durante trece siglos”; se refieren a él como “Su Majestad Sidi Mohammed” y dejan a su voluntad el ”establecer un régimen democrático” según el modelo de la Turquía poskemalista de Ismet Inönu.
En abril de 1947 visita Tánger. El entonces residente, Erik Labonne, quiere “presentarle” a los cónsules acreditados en la urbe internacional. Se niega. Cuando Labonne le pide una explicación, él le proporciona dos: “Tánger es una ciudad marroquí”; “En su propio país el rey no puede ser el invitado de otros”. En su discurso del 10 de abril anuncia “la coincidencia de principios entre el trono y el Istiqlal”. Una marea de orgullos patrios recorre Marruecos y embiste el rompeolas del colonialismo galo, al que pasa por encima.
Su defensa de un Marruecos nacional y emancipado lo enfrenta a Thami el Glaoui, bajá (gobernador) de Marraquech, cimitarra bereber al servicio de Francia. La tensión entre el rey no proclamado y el caudillo que aspira a ser monarca a sueldo de otros aumenta mes tras mes. Y en Rabat, en una recepción oficial, ante centenares de personas, a voz en grito lo acusa: “¡No sois el sultán de Marruecos, sois el sultán del Istiqlal!”. El ofendido, con calma y determinación, sonriente, se acerca al ofensor, lo coge del brazo y juntos salen del salón ante el pasmo de la concurrencia, que intuye disculpas recíprocas. Error. Una vez en la puerta, suelta el brazo del Glaoui y le advierte: “No vuelvas a la casa del rey”. Aquel 21 de diciembre de 1950 Mohammed deja de ser el hijo de Yussef. Es el rey sin más.
El general Juin solicita verlo con el pretexto de saludarlo antes de viajar a Estados Unidos “por asuntos militares”. Es el 26 de enero de 1952. Tras los saludos de rigor, un Juin de mandíbulas apretadas le previene: “O desautorizáis al Istiqlalo renunciáis al trono”. Negativa rotunda. Sigue siendo el príncipe de Tánger, no va a desdecirse porque hayan pasado cinco años. Juin sube el tono de su amenaza: “Yo mismo os depondré”. Juin se cita él solo para su regreso de Estados Unidos. Cuando vuelve a la carga (12 de febrero), el atacado es él: el rey le comunica que ha escrito carta al presidente de la República (Vincent Auriol), solicitándole “su arbitraje entre usted, como residente general y yo como rey de Marruecos”. Juin queda desarmado y el calendario del destronamiento, bloqueado. Juin se marcha a su palacio-cuartel dando bufidos, como alanceado toro de la Camarga.
El Glaoui interviene para evitar la derrota de Francia, que es su interés, no su causa. Y moviliza a la Caballería del Atlas. Miles de guerreros bajan de las montañas nevadas, salen de las kasbahs(fortalezas), cruzan ríos, atraviesan palmerales y entran en las carreteras asfaltadas que llevan hasta Fez y Rabat. Las columnas bereberes plantan sus tiendas y empiezan a dar vueltas alrededor de los edificios oficiales (18-23 de febrero). Las gentes están encantadas ante el espectáculo. Ignoran que es el último aviso antes de una guerra civil. El rey cede. No tiene ejército, sí miles de partidarios. El 25 de febrero, en un discurso radiado, rinde “homenaje a la labor de Francia” y a su propio Gobierno, con énfasis, le exige que “condene la violencia de cierto partido”. Ha sido ambiguo y débil, lo sabe. No puede exigir a su patria de familia, sea de sangre o de ideas, inmolarse por él.
Su calculada indiferencia enfurece a El Glaoui, quien convoca lapidaria yemáa (asamblea) de trescientos chiujs (efes). El 14 de agosto de 1953 aprueban su completa nulidad representativa. Lo destituyen, pero no pueden deshonorarlo. Mohammed Ben Arafa, su tío paterno, es elegido “sultán legítimo”. Al estupor inicial suceden las revueltas y los asesinatos. Solo en Uxda, cuarenta y cuatro muertos, once de ellos franceses. Marruecos se incendia.
El 20 de agosto, el general Guillaume, que ha relevado a Juin en la Residencia, llega a Palacio al frente de un escuadrón de blindados, penetra en sus aposentos y, pistola en mano, lo conmina a que “busque a sus hijos”. Aparecen Muley Hasan y Muley Abdallah. Crispado el primero, demudado el segundo. Preguntan y se enteran: van a ser expulsados de Marruecos. No se les autoriza a llevar equipaje. Partirán con lo puesto. Un avión los espera. Es un viejo C-47, versión militar delDC-3. Suben a bordo. Soldados y policías los vigilan y desprecian. Será su peor recuerdo. El frío hace mella en el depuesto sultán. Sus hijos se abrazan a él para transmitirle su calor. El vuelo dura siete martirizantes horas. Ateridos, hambrientos y sucios, aterrizan en Ajaccio (Córcega). La noche llega. Se sienten perdidos. Confían en que el resto de la familia, que viaja en otro avión, llegue sin novedad. Llegan y van todos a la prefectura, donde duermen como tribu de emigrantes. Pasarán allí diecisiete días de humillaciones, agobios y desesperaciones. Después, en una caravana de automóviles que hace guiños a la muerte en cada curva y contracurva, las montañas a un lado, los precipicios al otro, llegan a su destino, Zonza. A salvo por el momento.
Se encuentran en la punta suroriental de Córcega. Un dinosaurio de la hostelería mediterránea, Le Mouflon D´Or (El Carnero de Oro), les perdona la vida con su torva mirada y aspecto de triceratops corto de paciencia. Animal idóneo para acoger instintos perversos y acciones secretas; con magníficas vistas pero una higiene deplorable, mala accesibilidad y posibilidades de huida, ninguna. Los franceses las han clausurado. Tienen reflectores y los encienden. Sus dedos cegadores barren ventanas y tejados. Como tortura psicológica, perfecta. Como trato a quienes no han cometido delito alguno, un crimen.
El rey se refugia en el mutismo, luego en una laxitud perniciosa. Come mal, se viste peor, se afeita un día sí y dos no, se abandona, se autoflagela. Es su expiación particular. Sus hijos y esposas se dan cuenta. Intentan modificar ese pronunciado declive, que puede terminar en una disfunción generalizada o un colapso. Las autoridades carcelarias, incluido el prefecto, acaban por atender sus quejas. Son los más interesados en que ningún monarca, lo sea de verdad o lo parezca, se les muera en Córcega. El invierno enseña sus colmillos. Hace frío y la fachada del Carnero de Oro parece que se mueve de la tiritona que estremece a sus huéspedes.Saquémosles de ahí es la consigna oficial que triunfa.
Segundo castigo entre curvas y contracurvas, esta vez en dirección noroeste. Van a la otra punta de la isla. Según bajan y vuelven a bajar, el clima se suaviza. Y al fin, l´Île-Rousse. Mar inmenso y luz orbital. El nombre del hotel evoca varios escalofríos: Napoleón Bonaparte. Es inevitable su asociación con sucesos, personalidades, rangos y situaciones; combinados con una prisión a perpetuidad y la inflexibilidad de un guardián. La isla Rousse deviene en Sainte-Hélène, el prefecto es sir Hudson Howe, carcelero del emperador, y esta parte de Córcega, de escasa elevación, parece le mont Saint Jean en Waterloo, donde Wellington y los suyos hicieron trizas a los coraceros de Ney. La sugestión dura poco porque el Napoleón es un hotel decente; el trato es mucho mejor y la comida buena, sin ser magnífica. El pragmatismo del desterrado: “como bien y descanso, luego existo”.
Además, recibe señales de alianza, no de ánimos bien pensantes. La España de García-Valiño insiste en no reconocer la autoridad del “sultán fantoche”, así llaman a su pobre tío. Y la oración de los viernes, en las mezquitas de Arcila, Larache, Tetuán y Xauen, sigue haciéndose en su bendecido nombre. Esto último revela un convencimiento en lo que se hace que trasciende el concepto de “solidaridad hacia el perseguido”. La España de Franco, desde siempre enemiga de la Francia republicana, quiere ahondar en la herida gala: el descrédito que sufre tras la decisión (octubre de 1948) de la Liga Árabe de llevar la cuestión de Marruecos a la Asamblea General de Naciones Unidas. Tener al general Franco de su lado es una buena cosa. Otra muy distinta es el Marruecos español. Jamás renunciará a recuperarlo por mucho que Franco lo ayude ahora en el trance que atraviesa.
La felicidad es corta, como la vida. El Gobierno de Joseph Laniel, inquieto ante la pujanza política y económica que adquiere la Liga de Estados Árabes, consciente de la proximidad de Ajaccio a El Cairo, sede de la Liga, se teme un golpe de mano del que resulte la espectacular liberación del sultán, escándalo insoportable tras el consumado en mayo de 1947, cuando Abd el-Krim y su familia se les escaparon en Port Said. Eso no es un temor, es un disparate, pues ni los mejores soldados del general Muhammad Naguib, en el poder desde junio de 1953 tras destronar al rey Faruq I, tienen medios ni el debido entrenamiento para afrontar semejante reto. Naguib mismo no se atrevería a pensar en una locura así y menos ordenar su ejecución. Tras sopesar otra demencia —la Polinesia— con la perversa intención de hacer del rey depuesto un náufrago a perpetuidad, el hombre del que se olvidará hasta su nombre, la elección recae en Madagascar.
El conde Clauzet, descendiente del general barón Bertrand Clauzet, que hiciera las campañas napoleónicas en España, es quien comunica la mala nueva al prisionero de Córcega. Clauzet se encuentra con un sultán desalentado y desaseado, sobre todo deprimido. Para su sorpresa, el destino anunciado alivia al cautivo. Clauzet comprende. Córcega tiene mucho de prisión subjetiva y nave falta del timón, obligada a girar en círculos. Madagascar, isla-continente, independiente en su inmensidad, puede llevar al rey hacia la luz. La distancia no cuenta, lo que importa es un lugar donde recuperar la fe.
De Marruecos llegan noticias contradictorias, no porque unas sean espantosas y otras gratificantes, sino porque lo impensable sea que ambas se produzcan, con poca diferencia y en lugares no tan separados de lo que debería su reino: todo Marruecos. El 24 de diciembre de 1954, cuarenta y nueve personas son víctimas, en Casablanca, de un sádico que les tiende una trampa en forma de bidón de gasolina cargado de explosivos. Diecinueve de esas víctimas son muertos. Despedazados. Y la mayoría son cristianos. Las represalias se llevan la vida de varios marroquíes. Como sus oponentes, inocentes.
Cambia el año y el 21 de enero de 1954, en la Hípica de Tetuán, veinte mil personas vitorean al general Rafael García-Valiño, alto comisario, cuando declama: “Rechazamos categórica e incondicionalmente la política seguida en la zona francesa del Protectorado y las medidas que han conducido a la deposición del sultán legítimo, Sidi Mohammed ben Yussef (…) Nosotros no reconocemos la autoridad de Muley ben Arafa, tal y como le ha sido conferida por Francia, sin tener en cuenta los sentimientos del pueblo marroquí”.
Es hora de partir hacia el otro lado del mundo. Están a siete mil kilómetros de su objetivo: el aeropuerto de Tananarive, capital malgache. A viaje largo, avión más amplio y seguro. Del bamboleante bimotor C-47 pasan al imponente cuatrimotor C-54, versión militar del DC-4. Volarán más cómodos y, sobre todo, más rápidos. Y además, todos juntos: treinta y cinco personas constituyen el pasaje. La última escala se hace interminable: desde Brazaville, en el Congo francés, cortan África por el Ecuador, se introducen en el océano Índico y alcanzan Madagascar. Es el 29 de enero. En Madagascar hay unos cuantos prefectos, pero solo un alto comisario, Robert Bargues. Es de la Gironde, nacido en su capital (Burdeos); ha cumplido su servicio militar en Marruecos y está bien informado de todo lo concerniente al monarca alauí.
Bargues es diplomado en Hautes Études d´Outre – Mer, la mejor escuela para gobernar uno de los mejores imperios que en el mundo ha existido, pero que se esta hundiendo.
La popa estaba en Indochina y casi ni se la ve. La proa es Marruecos y el centro, Argelia. Si la proa se hunde, el centro se partirá en dos y si este se parte antes arrastrará a la proa. A la nave Magreb Français puede que le queden horas. Culto y circunspecto, Bargues saluda a Sidi Mohammed con deferencia, pero sin rendirle honores. Al exsultán se le trata como tal: sin fastos protocolarios. A los viajeros les queda llegar a su destino. Desde Tananarive (la actual Antananarivo) son cuarenta y cinco kilómetros. Aparece Antsirabé y su hotel des Thermes, que hace justicia a sus funciones hidrotermales y saludables por las que es célebre esta ciudad, situada a 1.520 metros de altitud. Parece mucha altura, pero es la perfecta para compensar un clima tropical como el malgache, extremo en humedad y bochorno, con una estacionalidad radical e imprevisible a la vez.
La vida en Antsirabé se organiza de un modo aceptable: el cabeza de familia se repone, contesta a su correspondencia, recibe a los raros visitantes que le solicitan audiencia, se entretiene en los jardines y deja correr el tiempo entre sus hijas y esposas. Bordea la felicidad, pero no olvida por qué se halla tan lejos de Marruecos. Como desahogo, le complace hacer excursiones familiares a la capital, que posee un buen comercio y donde se puede pasear de incógnito. Sus hijos, los príncipes Hasan y Abdellah, viven otra vida y esta suele ser nocturna. Inútil insistir en los detalles, por otra parte de imposible comprobación. Unos se quedarán cortos y los demás formarán parte del exceso en que se formaron. Válidos para las crónicas de chismes, no aportan nada al chismorreo que suele acompañar a las testas del poder, sean coronadas o hayan sido destronadas.
El 7 de mayo, muy malas noticias para Francia, pero también para Marruecos. En Dien Bien Phu, al noroeste de Hanói, las tropas del coronel De Castries han capitulado. Once mil hombres, muchos de ellos enfermos, mutilados o lisiados, rinden sus armas al vencedor. Võ Nguyên Giáp ordena a las divisiones del Viet Minh que respeten la vida de los franceses. Debería decir de “los franceses y magrebíes”, porque muchos son marroquíes, argelinos y tunecinos. Cuando se conocen las cifras de los fallecidos, Argelia, Francia, Marruecos y Túnez enmudecen a la vez: siete mil ciento ochenta y cuatro son los muertos. La pregunta improcedente es: ¿cuáles son los franceses y cuáles los marroquíes? No caben preguntas así. Los muertos en una guerra son de todos. No hay bandos, solo familias.
El 21 de julio se conoce la firma, en Ginebra, de los acuerdos de paz entre franceses y vietnamitas. El Gobierno del socialista Pierre Mendès France reconoce la independencia de Vietnam, cuando l´Indochine queda dividida por el paralelo 17: al norte, el régimen comunista de Hô Chi Minh; al sur, el republicanismo despótico de la familia Diem. La pregunta que produce angustia en Antsirabé es: ¿se dividirá Marruecos también? Porque eso supondría la guerra entre los dos Marruecos, el del sur contra el norte. Francia y España otra vez en guerra y Marruecos en medio. Sidi Mohammed se hace, a sí mismo, la promesa de cerrar el paso a semejante anti-futuro con toda la energía de su fe y voluntad.
En Marruecos no cesan las espirales de la impiedad y la venganza. Se mata de forma indiscriminada y las represalias no son menosgeneralistas. Tributan jóvenes o ancianos, matrimonios sin hijos o huérfanos de padre y madre. La guerra se los lleva a todos. De las ciudades explosionadas (Mers Sultan, plaza de Casablanca) se pasa a las poblaciones devastadas en centros mineros (Ued Zem, núcleo de los fosfatos), donde el furor es metralla fanatizada que barre comercios, viviendas y hasta el hospital. Desde sus pruebas del martirio, regresa en forma de ejecución, que cumplen tropas de la Legión Extranjera.
No se toman prisioneros y si alguno queda con vida o es el azar o el cálculo. Y ese alguien aportará su testimonio sobre los crímenes delotro, ocultando los suyos.
Entrado agosto de 1954, empiezan a desembarcar las fuerzas expedicionarias que lucharon en Indochina. Vuelven en cuadro, con sus brazos en cabestrillo o mangas caídas que denuncian la falta de un brazo. O esos pantalones doblados por su mitad, señal de que ahí faltan el pie y la pierna, incluso la rodilla. Se sabe que los muertos de origen magrebí son quince mil y los mutilados, diez mil. Aún no se conoce el reparto, por nacionalidades, de esos muertos o heridos bajo la bandera tricolor, cuando sus verdaderas patrias son otras. Pasan tres meses. Y de repente Argelia explota como si fuera una mina colosal. Es LaToussaint Rouge, la Pascua Roja. Un desastre social, moral y cultural de proporciones inimaginables. Ciento veinticuatro años (desde 1830) de ocupación y resistencia; de cooperación en el sufrimiento (dos guerras mundiales) e ilusión compartida para entrar en esa fratricida laguna donde todos bracean, pero en cuyo fondo acaban. Cabe preguntarse, ¿cuándo entenderá Francia que, al perder en Indochina, ha perdido todas las guerras que mantiene abiertas? ¿Qué espera para cerrar tantas heridas?
A primeros de octubre, varios puestos franceses, situados en las proximidades de la línea de contacto con el Protectorado español, son atacados por guerrillas normarroquíes, armadas con el material de guerra que les llega vía Nador o la playa de Alkálá, cerca del Peñón de Vélez. Los atacantes son rifeños en su mayoría. Saben maniobrar y golpear.
En Budenib e Izzummer dejan tras de sí decenas de cadáveres franceses. La prensa francesa vuelca sus iras contra España, y la española replica con incendiarios artículos. El 26 de octubre, sorpresa mayúscula: El Glaoui remite, a la prensa, un comunicado en el que dice “adherirse a la voluntad del pueblo marroquí para una pronta restauración de Sidi Mohammed Ben Yussuf y su regreso al trono de Marruecos”. El señor feudal pide perdón a su vasallo, el sultán al que él mismo depuso. En Antsirabé es jornada festiva para la gran familia marroquí hospedada en el hotel des Thermes. Sorprende la templanza del vencedor. Un rey que ha sabido esperar y por ello es bendecido. Las conferencias telefónicas Matignon-Thermes se suceden. El rey debe viajar a Francia cuanto antes. Se le pide “un esfuerzo por la paz”. Lleva veinte años haciéndolo. No lo cansa insistir.
El 31 de octubre, el avión que transporta al rey de Marruecos aterriza en Niza. Sidi Mohammed vuelve a recibir honores de Francia, la potencia que se los quita y devuelve con periodicidad pasmosa. Se abstiene de hacer comentarios. Es tan notorio el cambio que lo importante es cerrar el acuerdo. Su prisa está justificada. Quedan diecisiete días para la Fiesta del Trono. Y anhela celebrarla con su pueblo. Transcurren seis días hasta que los borradores de ambas delegaciones coinciden en varios párrafos esenciales. A partir de ahí, todo va más deprisa. El lugar del encuentro está listo y es versallesco: el palacio de la Celle de Saint Cloud, cerca del Sena, una propiedad de los Borbones rehabilitada por sus nuevos propietarios, que han hecho donación de la misma al Ministerio de Asuntos Exteriores. El 6 de noviembre, Mohammed V y Antoine Pinay, presidente del Consejo de Ministros y, a la vez, titular del Quai D´Orsay, aceptan la divulgación de un comunicado que, pese a sus envolturas retóricas y el afán por disimular la ruptura completa del hecho colonial, constituye inequívoco aviso de que Marruecos y Francia caminarán en paz, pero cada una por su lado.
El 16 de noviembre, Mohammed V y su familia parten hacia Marruecos. Y, puntual a su cita con su palabra y su propia posición ante la historia de su patria, el 18 de noviembre llega a Rabat. Desfile de pasiones y razones, concordantes ambas, de lágrimas de alegría y pesares por quienes no han podido llegar con vida a participar de tan arrebatador momento. Cánticos, salmos y convencimientos de vivir una ocasión única. Hay conciencia colectiva de haber conseguido una victoria excepcional, una hazaña sin igual: vencer a un imperio desde el exilio, no en los campos de batalla. Y desde la cárcel y la calle, otra conjunción arrolladora. Las matanzas causadas y las padecidas, sin perder su estricta contabilidad en el cómputo de los daños binacionales, son desbordadas por las ganas de vivir de marroquíes y franceses. Una doble generación de supervivientes lo ha conseguido. Y el sobreviviente máximo no es el rey de Marruecos ni ninguno de los políticos de la Cuarta República, que tienen vida muy corta, sino el Derecho Internacional y el Derecho Coránico, pues en los dos se habla de fortaleza, generosidad, humildad y templanza.
El 2 de marzo, de vuelta a París, Mohammed V firma, Si Bekkai, jefe del Gobierno marroquí, y Christian Pineau, ministro de Asuntos Exteriores, firman el acuerdo por el que Francia reconoce la completa independencia de Marruecos y, como consecuencia, la derogación del humillante tratado de 1912. En El Pardo se come entre el desconcierto y la desesperación, para cenar en la furia. Hay que emancipar a Marruecos en un mes.¿Cómo se hace eso? La serenidad del teniente general Muñoz Grandes, vicepresidente del Gobierno y la cabeza pensante del Ejecutivo, Luis Carrero Blanco, logran calmar a Franco. Hay tiempo para hacer las cosas diplomáticas y jurídicas, bien. Después sacaremos de allí a nuestras tropas. Paso a paso. El 4 de abril, Mohammed V, junto con numeroso séquito, llega a Madrid. El rey se alojará en el palacio de la Moncloa y las negociaciones serán en el palacio de Santa Cruz.
Entre el 6 y el 7 de abril, a lo largo de agotadores cruces de proposiciones, denegaciones y conjunciones pactistas, ambas delegaciones convienen los términos del Acuerdo: Marruecos recupera sus libertades y ejercerá su autoridad sobre el conjunto del territorio, Tánger incluido. España conserva sus plazas de soberanía, Ceuta y Melilla. Y en el Salón de Tapices, Alberto Martín Artajo y Mbarek Si Bekkai, jefes de las delegaciones de España y Marruecos, firmaban este Acuerdo de Legitimidades. Eran las 03.30 hs del 7 de abril de 1956.
El 15 de agosto de 1957, Mohammed V fue coronado rey de Marruecos. El 23 de noviembre de ese mismo año, unidades del llamado Ejército de Liberación (EdL), atacaban los puestos españoles en Ifni y el Sáhara Occidental, iniciándose así una guerra de guerrillas, que fue silenciada por los gobiernos de ambos países. Las operaciones en gran escala concluyeron en febrero de 1958, cuando las tropas españolas y francesas expulsaron del Sáhara a los supervivientes del EdL. La dirección política de este Movimiento liberador la ejercía su hijo y príncipe heredero, Muley Hasan (futuro Hasan II). Él, como rey, se mantuvo aparte. El general Franco le hizo gentil donación de la península de Tarfaya, cuya extensión era mayor (25.000 kilómetros cuadrados) que la del antiguo Protectorado español en el norte. Intervino en el conflicto, de forma pública, el 6 de mayo de 1959 al entregar, en el Palacio Real de Rabat y a funcionarios de la embajada de España, cuarenta prisioneros españoles, internados desde 1957 en “los territorios liberados”. Con ese gesto humanitario suyo, hizo ver a la España de Franco que el Marruecos de Mohammed V nada tenía que ver con el Rif de Abd el-Krim. Ni él, como persona, la tuvo en la represión que, tres meses antes (10-15 de enero 1959), afectase al Rif Central, acciones de “contrainsurgencia”, que fueron dirigidas por el comandante (luego general) Mohammed Ufkir.
El terremoto que devastó la ciudad de Agadir (29 de febrero 1960), cuando Marruecos progresaba en su recuperación económica, social y política, mostró al mundo a un monarca afligido pero incansable en su auxilio moral (y monetario) a los afectados. Su popularidad volvía a situarse en los niveles afectivos de 1955. Un año después de la tragedia habida en Agadir, se sometía a una intervención considerada como cirugía menor: su desviación del tabique nasal. El equipo médico tomó precauciones, pero la combinación entre un paciente hipotenso (tensión arterial baja), sometido a fuertes emociones y sobresfuerzos físicos, con una anestesia total, derivaron en un colapso irreversible y muerte. Aquel 26 de febrero de 1961, los pueblos de Marruecos sufrieron tal impresión de orfandad e incertidumbre que todavía hoy se recuerda. Su cuerpo yace en el mausoleo que lleva su nombre, uno de los más bellos monumentos funerarios del mundo islámico, que su heredero, Hasan II, ordenase construir y cuyos trabajos supervisaba con regularidad. Desde 1999 padre e hijo reposan allí, pero en túmulos separados.
Sinceros saludos Fahim Mohamed
jose luis rodriguez parkinson
Apreciado Fahim estoy muy de acuerdo con lo que relatss la historia fué mas o menos asi.Llegué a Villa Nador (asi se llamaba entonces) en el 42 y me fuí en el 57 al srvicio militar a Madrid mi familia (mi padre era funcionario) salieron hacia Malaga el año 59 y aquí seguimos.Me apetece visitar Nador pero no encuentro el momento.Lo intenté hace unos años y en la frontera de Beni-enzar,me hicieron rellenar unos papeles y con el pasaporte en regla me retuvieron 2 o 3 horas.Cansado me di la vuelta.Un abrazo y saludos cordiales
ofelia Martinez Piñero
Fahim quisiera felicitarte, por toda la informacion que has puesto. Me ha sido muy interesante, todo. Habrás tenido bastante trabajo, pues habrá sido facil, hacerte con tantos relatos y documentos. Y el trabajo, de traducirlos, leerlos y luego darnos tu punto de vista.
De tu publicación, me he enterado por mi hermana mayor, que vive en el sur de Francia. Y que yo le dejé el enlace de esta wed. Y cuando me dijo, que habia lo habia leido, yo también lo he hecho. Pero tengo que decirte, que yo como nací en el 1952. Pues era muy pequeña, con todos estos acontecimientos que nos cuentas. Pero mi hermana mayor, si que los vivió porque estuvo, viviendo, en el marruecos frances, durante bastantes años.
Hasta otro dia, paisanos, y para ti Fahim mis felicitaciones y saludos. Ofelia
Fahim en La sencillez
Ante todo bienvenido al Blog de los primos a Segangan , aqui tienes a unos amigos , con los cuales podras compartir tus ideas , opinar, escribir, sugerir , criticar , para este fin ha creado esta gran familia , esta excelente esta herramienta que hace posible , de que me cuentes ,te cuento , opinas , opino , opinamos , a los cuales agradezco en nombre del resto de nis paisanos.
Allal el Fasi en tiempos de la Revuelta del Rif , el les decia a los nativos de su tierra.Lo que teneis que hacer es obligar a vuestros hijos, preisionarles para que estudien mucho y ,a los pobres de esta region le decia.Hay que luchar por vuestra tierra ,luchar por la Patria , para este lider del Isticlal ,todos los Rifeños se llaman Abdelkrimes. A la pobre gente de esta region , siempre les dan cuerda , los de la otra ,y les dejan solos ante el peligro.La respuesta logica de cualquier Autoridad es dispersar, por las buenas los cuatro o cinco aue haya , sino quieren por las buenas, lo haran por las malas , pero nunca se atreveran a meter mano a una masa solida , con estos , se sentaran y se les dara una solucion a sus revindicaciones.
Desde que la Tierra es Tierra y el Mundo es Mundo , se ha aplaudido con dos manos , con una no creo que sea posible.
Amigo Miguel me tiraria contigo charlando horas y horas , pero lamentablemente no esta el barro para hacer muñecos.
Espero y deseo de que me comprendas
Un fuerte abrazo
José García Jiménez
Sr.Manuel D.G.
Estoy de acuerdo con Ud. al decir que el relato de mi paisano Mohamed Fahim, es muy correcto y completo. Hasta ahí no tengo nada que objetar según mi modesta opinión. En lo que no estoy nada de acuerdo con Ud. es cuando dice que Mohamed trata el tema del Sahara de una forma casi cómica.
Si Ud. lee los escritos de mi paisano Mohamed, casi siempre hace gala de una fina ironía. Hay que saber valorarla en justa medida.
No pretendo hacer de defensor de mi paisano, él tiene suficientes conocimientos de Historia y atesora suficientes valores morales, que no necesita que nadie lo defienda.
Lo que yo valoro de su relato al que yo califico de magistral, es por hacernos recordar a los de mi generación unos acontecimientos que a todos nos marcaron de por vida.
De nuevo te agradezco paisano Mohamed Fahim que hayas escrito este relato histórico.
José García
Manuel D. G.
El relato de Mohamed es en general muy correcto y completo, salvo en el tramo que va desde la proclamación del Rey Mohamed V hasta la represión de las cabilas del Rif por el general Ufkir.
Nada se movia en Marruecos sin que el Rey lo supiera o mandara. La represión en el Rif fue mandada por el Principe y Ufkir era solo el general.
Los acontecimientos del Sahara se explican de una forma casi comica por Mohamed.
José García Jiménez
Pepe Luis: estoy de acuerdo contigo al tratar a nuestro paisano Mohamed Fahim de cronista e historiador.
Esta vez a hecho un trabajo extraordinario y, sobre todo muy riguroso con los nombres de las personas, fechas, acontecimientos… en fin, no se le escapa nada.
Yo viví aquellos acontecimientos en mi despertar de la adolescencia. A mis catorce/quince años descubrí gracias a aquellos acontecimientos que, ya las cosas no eran como habían sido hasta entonces.
Me di cuenta que había gente que, cuando se dirigían a otras personas ya no las trataban igual como hasta entonces, descubrí que a estas personas las llamaban por su nombre, no como hasta entonces con el desprecio más absoluto. Ahí fue cuando empezó mi despertar, de ahí, a mi asistencia a la gran manifestación de Nador un paso.
Por eso le estoy muy agradecido a nuestro paisano Mohamed Fahim por recordarme aquellos acontecimientos,
Un brazo solidario Pepe Luis.
José García
Pepe Luis ZAPATA
Nuestro amigo y paisano Mohamed Fahim.Hace de cronista e historiador y la verdad sea dicha.Es de esas personas con manitas de plata y por eso lo hace todo bien.Recuerdo aquella época de mi infancia alegre y en un Nador que lógicamente ya no sería el mismo.Para mí y creo que para otros paisanos sensibles. El Rif, es como un imán que nos atrae siempre. Por ser una tierra hermosa,rebelde y habitada por hombres y mujeres nobles y amantes de la libertad.Un abrazo solidario de tu amigo y paisano José Luis ZAPATA.
José García Jiménez
Amigo y paisano Mohamed Fahim: extraordinario relato de Historia nos has regalado en esta ocasión. En buena parte me siento identificado al traerme recuerdos de aquellos tiempos. Los nombres de las personas que mencionas me son familiares. Recuerdo que cantábamos el Himno del Istiqlal, aun hoy todavía recuerdo algunas estrofas del mismo.
En la Ciudad de Nador donde hice mi primer debut de «mani» fue un clamor la gran manifestación, pacifica, civilizada y ordenada.
Mohamed Fahim, gracias por hacer que mis recuerdos florezcan de nuevo. Uno tiene un pasado, del que no me arrepentiré nunca. Un fuerte abrazo.
José García